El Madrid literario
Son muchas las ciudades que ocupan páginas maravillosas en la historia de la literatura, pero el caso de Madrid es especial. No sólo porque sea un personaje más de las novelas de Benito Pérez Galdós, Ernest Hemingway o Almudena Grandes, sino también porque algunos de los mejores escritores de todos los tiempos han vivido en sus pensiones, frecuentado sus cafés o conquistado la cátedra de sus academias. Por Ignacio Vleming
Miguel de Cervantes es sin duda el más conocido de todos, pero además vivieron en Madrid otros autores del Siglo de Oro, entre los que destacan los tres grandes dramaturgos madrileños: Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Lope de Vega. Ellos lograron que pasear por las calles del Barrio de las Letras sea todavía ahora lo más parecido a ver una de sus comedias, donde espadachines, tenorios, nobles y criados se enredaban a golpe de endecasílabo y romance sobre las tablas de los corrales.
Su rastro puede seguirse en el Teatro El Español—en funcionamiento desde 1583—y en el Teatro de la Comedia, en la Iglesia de San Sebastián, sede de la cofradía de actores, o en la Imprenta de Juan de la Cuesta, que en 1605 publicó la primera edición de El Quijote y hoy es la sede de la Sociedad Cervantina.
El manco de Lepanto vivió en diferentes pisos de este barrio de «Las Musas», como se le llamaba entonces. Por ejemplo, justo encima del restaurante Casa Alberto se ubica una de sus primeras residencias en la villa y corte. Por eso, a su muerte, sería enterrado en el vecino Convento de las Trinitarias Descalzas.
A escasos metros de allí, abre sus puertas la Museo de Lope de Vega, escritor de enorme éxito que pasó los últimos años de su vida en esta casona castellana, acompañado de sus hijas y al cuidado de su joven amante, Marta de Nevares, que sufrió graves crisis de locura y murió antes que el Fénix de los Ingenios.
El siglo XVIII llegó con sus luces. De esta época son los sainetes de Ramón de la Cruz, el género epistolar de José Cadalso, los textos pedagógicos de Gaspar Melchor de Jovellanos y el teatro moral de Leandro Fernández de Moratín. Citas de estos autores pueden encontrarse en el pavimento de la calle de las Huertas.
En la primera mitad del siglo XIX, el movimiento romántico conquistó el corazón de los jóvenes españoles que se suman a esta corriente que da nombre a uno de los museos más peculiares de Madrid, el Museo Nacional del Romanticismo. De esta época son los artículos de Mariano José de Larra, las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer o los poemas de Carolina Coronado y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Como respuesta a esta exaltación de las emociones, surgió el movimiento naturalista, con ejemplos sobresalientes en las novelas de Fernán Caballero, seudónimo con el que firmaba Cecilia Böhl de Faber, Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós que, nacido en Las Palmas de Gran Canaria, se convirtió en el mejor cronista de Madrid en obras como Fortunata y Jacinta o Misericordia. Una fantástica escultura de Victorio Macho, levantada por suscripción popular en el Parque de El Retiro, recuerda el enorme cariño que los madrileños tuvieron a «su autor», aunque siempre les retratara con cierto sarcasmo. El Ateneo de Madrid fue el escenario de acalorados debates intelectuales durante el siglo XIX y la casa del editor y coleccionista José Lázaro Galdiano, hoy convertida en un museo, el escenario de apasionantes veladas literarias ya en las primeras décadas el siglo XX.
Desde el comienzo del reinado de Alfonso XIII en 1902 hasta el estallido de la Guerra Civil en 1936, España vivió uno de los periodos de máximo esplendor cultural, que se conoce como Edad de Plata y cuyo epicentro fue el barrio de Chamberí. En esta época coincidieron en Madrid tres generaciones de artistas e intelectuales marcadas tanto por el regeneracionismo como por la asimilación de las corrientes vanguardistas europeas.
Estas fueron la Generación del 98, encabezada por Pío Baroja, Miguel de Unamuno y Ramón María del Valle-Inclán, la Generación del 14, con pensadores tan conocidos como José Ortega y Gasset, poetas como Juan Ramón Jiménez y escritores inclasificables como Ramón Gómez de la Serna—de quien conservamos su despacho en el Museo de Arte Contemporáneo de Conde Duque—, y la Generación del 27, mundialmente conocida gracias a sus poetas: Gerardo Diego, Vicente Aleixandre y Federico García Lorca, que vivió en la mítica Residencia de Estudiantes, donde puede verse una habitación tal y como era en la década de 1920.
Esta fue también la época dorada de los cafés de la Puerta del Sol, que todas las tardes acogían interminables tertulias sobre lo humano y lo divino entre escritores, artistas, políticos y toreros, antes incluso de que se inauguraran el Gijón y el Comercial, que todavía hoy siguen abiertos.
La Guerra Civil colocó a Madrid en la portada de todos los diarios internacionales. Por aquí pasaron los mejores corresponsales de Europa y de los EE.UU, muchos de los cuales acabarían siendo con los años importantes escritores, como John Dos Passos, André Malraux o Antoine de Saint-Exupéry. Entre ellos destaca Ernest Hemingway quien, profundamente enamorado de España, ambientaría en la ciudad algunas de sus obras más conocidas, como Por quién doblan las campanas. Por Madrid muchos de los escritores latinoamericanos que visitan Europa, de camino a Barcelona, París, Londres o Roma.
Aquí vivieron largas temporadas Rubén Darío, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges o Mario Benedetti, que hacen de ésta una de las capitales mundiales de la literatura. En esta genealogía podríamos incluir al Premio Nobel Mario Vargas Llosa que ha hecho de la ciudad su casa.
A partir de la posguerra Madrid volvió a tener una enorme presencia en la literatura española. Ejemplos sobresalientes son obras como El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, La colmena de Camilo José Cela, Tiempo de silencio de Luis Martín-Santos o Barrio de Maravillas de Rosa Chacel.
Son tantos los escritores y escritoras vinculados a Madrid que la enumeración se hace imposible. A esa generación perteneció también la muy querida poeta Gloria Fuertes, vecina de Lavapiés a quien le encantaba la Taberna de Antonio Sánchez, o el cronista Francisco Umbral, un dandi para el que la ciudad era, en sí misma, un género literario. A caballo entre los siglos XIX y XX, autores como Arturo Pérez-Reverte, con El capitán Alatriste, Elvira Lindo, con Manolito el gafotas, o Almudena Grandes, con su serie Episodios de una guerra interminable, se han convertido en algunos de los retratistas más populares de la ciudad. A los que ahora les sigue una nueva generación de autores encabezada por Andrés Barba, Mercedes Cebrián o Javier Montes, todos ellos madrileños de diente incisivo que diseccionan una sociedad que ya no es la misma a la de hace veinte años.
El nombre de Almudena Grandes, fallecida el pasado invierno, apellidará próximamente a la Estación de Atocha, un lugar simbólico para todos los madrileños que han nacido fuera de Madrid y que a veces, como le pasó a Galdós, captan con más espontaneidad el ambiente de la ciudad.
Se titula precisamente Saliendo de la Estación de Atocha la novela con la que el norteamaricano Ben Lerner pintó un Madrid muy reconocible para quienes vivimos aquí. En 2020 Andrés Trapiello publicó Madrid, un inesperado éxito editorial en el que narra su relación con la urbe que lo acogió, una relación que podría recordarnos a la de Ramón J. Sender, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite, todos ellos llegados de otras provincias y madrileños de pro. En esta genealogía habría que inscribir también a Elena Medel, que con Las Maravillas, nos cuentan un Madrid que va mucho más allá de la M-30.
Y por último no podemos olvidarnos de que Madrid es también es la casa de algunos de los mejores poetas de las últimas generaciones, como Carmen Jodra, Sandra Santa, Patricia Esteban, Sofía Rhei, Vanesa Pérez-Sauquillo, Mario Obrero, Sergio Adillo, Nemanja Kuzmanovski, María Martínez Bautista…y tantos otros a los que resulta imposible nombrar aquí.
Pese a tener un apellido de origen holandés, Ignacio Vleming se considera tan madrileño como un chotis. Es periodista y poeta, y comparte en este blog rincones, curiosidades y anécdotas de la ciudad.
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