Un guante a medida
Es el complemento de moda más elegante y el que sirve también para proteger nuestras manos del frío. En nuestra ciudad existen tiendas y talleres en los que su proceso de fabricación sigue siendo cien por cien artesanal. ¿El resultado? Pares que duran toda la vida. Por Silvia Roba
Aunque los pueblos bárbaros del norte de Europa utilizaban los guantes para combatir el frío, lo cierto es que en otras culturas pronto se convirtieron en todo un símbolo nobiliario. En el Antiguo Egipto usarlos era algo que solo podían hacer los sacerdotes y el mismísimo faraón: en la tumba de Tutankamón se encontraron unos guantes de lino bordado. En la corte persa nadie se atrevía a presentarse ante el rey sin llevarlos puestos, mientras que en la Edad Media eran imprescindibles en las investiduras feudales. No fue hasta el Renacimiento cuando adquirió una función puramente ornamental, bañados en ocasiones por esencias evocadoras, por ejemplo, de violeta.
Huertas, 1. Metro: Sevilla
En el mismo edificio donde vivió y murió Francisco de Rojas Zorrilla, dramaturgo del siglo XVII de la escuela de Calderón, abre sus puertas una de esas tiendas que son historia viva de nuestra ciudad. Otro Francisco, Guzmán, regenta hoy este comercio fundado en el año 1896, situado entonces en la calle Carretas, muy cerca de su dirección actual, en pleno Barrio de las Letras. En aquel momento el nombre era diferente, Guantes Zurro. El encargado de la fábrica se casó con la hija del dueño y continuó con la tradición en la elaboración de esta prenda. Así sonaba su anuncio en las radios de entonces: “Mario Herrero, el mejor guantero del mundo entero”. Su fama creció durante décadas y se convirtió en toda una referencia en una época en la que los guantes se usaban para dar un toque de sofisticación a trajes y vestidos.
Todas estas y muchas otras curiosidades es posible aprenderlas en Santacana, que continúa elaborando guantes de forma cien por cien artesanal en su fábrica de Humanes, en Madrid. Para ello se sirven de herramientas tradicionales, como son el pie de letras, con el que se mide el largo del guante en pulgada francesa, el cuchillo sin filo para escardar, la tiza que marca el tamaño de la piel y las planchas con forma de mano, además de otros utensilios indispensables. También es importante trabajar, como es el caso, con los mejores curtidores del mundo. Las pieles son seleccionadas una a una para adaptarse a la tonalidad deseada. La costura la realizan manualmente y con máquinas especializadas para así poder conseguir el acabado perfecto.
“Nosotros amamos el trabajo artesano”. Ese bien podría ser el eslogan de Santacana. Aunque la sostenibilidad, el saber local o el respeto a los materiales son sus principales señas de identidad, aquí son conscientes de que todo ello no está reñido con los nuevos tiempos, que han abierto un nuevo mundo a la creatividad. Así, desde los años 70, en su preciosa boutique es posible adquirir no solo prendas realizadas en piel, también en punto, como sus guantes de fantasía con estampado de lunares o los mitones de colores, siempre entre los favoritos del público. Si tienes dudas a la hora de elegir modelo del catálogo, no te preocupes. Tras el mostrador también reparten buenos consejos.
Espoz y Mina, 3. Metro: Sol
A solo unos pasos, junto a la Puerta del Sol, aguarda otro comercio centenario, cuya historia se remonta a 1886. Entonces, abría sus puertas en la propia plaza, desde donde se trasladó a su actual sede en 1927. Álvaro Ruiz, su actual propietario, forma parte de la cuarta generación de guanteros que puso en pie esta tienda, por lo que parece que nunca ha pasado el tiempo. Su máquina registradora, los espejos, el mostrador… todo sigue igual desde mediados de los años 50. Aunque, quizás, lo que más llama la atención aquí, sea el propio logo, en el que se puede ver a dos perros disputándose un guante. Es toda una obra de arte que lleva la firma de Enrique Herreros, humorista e ilustrador, director de mítica revista La Codorniz y autor de muchos de los carteles que, en sus tiempos, anunciaban los estrenos en la Gran Vía.
Una Gran Vía por la que, en su época dorada, nadie se atrevía a pasear sin guantes. Los de Luque eran, y son, totalmente artesanos, cosidos a mano, como manda la tradición de un oficio casi desaparecido. Sin duda, el complemento de moda más elegante. Muchos son los estilistas que se acercan hasta aquí para encontrar un par perfecto que realce un look o que sirva para formar parte del vestuario de películas -algunas incluso made in Hollywood- o series, como Velvet. Un dato para curiosos: en los años 30 todas las aspirantes a Miss España llevaban guantes Luque.
Entre máquinas de coser y maniquíes de manos, los clientes pueden elegir entre infinitos modelos, hechos en raso, ante, seda… y todos los estilos que uno pueda imaginar, para clásicos y modernos, con su punto de brillibrilli si hace falta. ¿Los más vendidos? Los negros de piel, tanto para hombre como para mujer. No hay que marcharse sin probárselos, merece la pena vivir la experiencia. Los mostradores cuentan con pequeños cojines para apoyar el codo y estirar así mejor la mano. Se usan también unos palos para ensancharlos si fuera necesario. Lo mejor viene después: los guantes de Luque duran toda la vida ¡y no pasan de moda!
Silvia Roba es una periodista muy viajera, que ha recorrido el mundo para poder contárselo a los demás. Es responsable de contenidos de esMADRIDmagazine y coordinadora de Bloggin' Madrid. ¿Lo que más le gusta? Perderse por la ciudad. ¡Síguele la pista!