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Un Paseo del Arte LGTBIQA+

Bloggin Madrid

Aunque el sábado 4 de julio sólo podrá seguirse de manera on line la tradicional marcha reivindicativa de los colectivos LGTBIQA+, que habitualmente discurre desde Atocha hasta Colón, el Orgullo 2020 ofrecerá una completa programación virtual alternativa a partir de este domingo a través de la web de MADO. Hoy recorremos este mismo Paseo del Arte –Museo del PradoMuseo Nacional Thyssen Bornemisza y Museo Reina Sofía– en busca de las obras que forman parte del imaginario queer. Por Ignacio Vleming.

Hace casi treinta años, en 1992, el artista cordobés Pepe Espaliú fue llevado en alzas a lo largo del Paseo del Prado. Antes de llegar al Museo Reina Sofía la cadena humana de porteadores que conformaba la performance titulada The Carrying Project y en la que participaron famosos de la Movida como Alaska, Bibiana Fernández o Pedro Almodóvar paró delante del Ministerio de Sanidad.

A través de esta acción reclamaban medidas para luchar contra la pandemia del VIH. Meses más tarde Espaliú, que ya estaba enfermo, moriría a causa del SIDA. Este desplazamiento sin tocar el suelo quería reflejar un estado casi catatónico, como explica en uno de sus maravillosos textos literarios recogidos en La imposible verdad (La Bella Varsovia).

Con el sida una reacciona desconcertado, como si fuera un ser perdido, suspendido en el mundo. Flotas. Y este flotar se incrementa porque los efectos de la enfermedad son cansancio continuo y dificultad para moverte.   

Para The Carrying Project hizo también dibujos y esculturas que forman parte de la colección del mismo museo en el que finalizó la performance. Son obras que hablan del dolor, el miedo y la muerte, pero también de la necesidad de la belleza y que nos hacen pensar en otro de los más significativos artivistas (artista + activista) por la lucha contra el VIH, David Wojnarowicz.

El año pasado el Reina Sofía le dedicó una muestra organizada en colaboración con el Whtiney Museum of American Art. En los fondos de la institución española se conserva su serie Arthur Rimbaud en Nueva York –que reflexiona sobre la verdadera identidad del enfant terrible de la poesía francesa, autor de Una temporada en el infierno–.

El museo se suma a la celebración del Orgullo con el programa A toda nueva normalidad le corresponde su disidencia,  dentro del que se inscribe el ciclo audiovisual Tiempos inciertos II. Representar la pandemia en su canal de Vimeo. Por supuesto se mostrarán trabajos de ambos artistas. 

Aunque más frívolas, son igualmente reivindicativas las apariciones de José Pérez Ocaña, el artista que comenzó su carrera en la década de 1970, cuando abandonó su pueblo de Sevilla para conquistar la Barcelona de la Gauche DivineSolía travestirse de andaluza con la intención de arrancar una sonrisa a los turistas y transeúntes de Las Ramblas y camuflar proclamas anarquistas durante los años de la Transición.

Inspiró a dibujantes como Nazario, de quien fue muy amigo, y a cineastas como Ventura Pons o Gérard Courant, que filmó una performance suya delante de la Puerta de Brandenburgo en Berlín y que hoy se conserva en el museo, al igual que un puñado de autorretratos del mismo. Tras su muerte, ocasionada por las quemaduras provocadas por un disfraz de carnaval que había confeccionado con bengalas, Carlos Cano le dedicó una copla.

Andado hacia atrás en el tiempo y antes de abandonar el Museo Reina Sofía debemos mencionar la obra de Gregorio Prieto, artista muy influenciado por la pintura metafísica que en plenos años cincuenta hizo una obra salpicada de referencias al imaginario gay, como las simbólicas fotografías en colaboración con Eduardo Chicharro Briones.

Y tampoco podemos dejar de referirnos a la amistad entre Federico García Lorca y Salvador Dalí, que ha sido interpretada en clave amorosa por diversos investigadores, Ian Gibson a la cabeza. Del autor de los Sonetos del amor oscuro conserva la institución varios documentos relativos a la compañía de teatro La Barraca, donde conoció a Rafael Rodríguez Rapún –para quien todo apunta que escribió dichos sonetos–, además de un precioso dibujo inspirado en su obra de teatro Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, que tiene una dedicatoria a la compositora Fina de Calderon, hija de una familia amiga a la que Lorca apodaba la «niña de las muletas».

De Dalí hay una fantástica colección de cuadros entre los que destaca una Naturaleza Muerta pintada en 1926 bajo influencia cubista. Este lienzo parece evocar los versos que le dedicó su amigo: «la Noche, negra estatua de la prudencia, tiene el espejo redondo de la luna en su mano». También hay quien dice que el busto apoyado en la mesa es el del propio poeta.

Desde 2017, año en el que se celebró el World Pride en Madrid, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza ofrece un completo itinerario LGTBIQ+ que puede descargarse en formato pdf y que incluye 16 obras.

En otro post ya hablamos de esta extraordinaria selección hecha por los conservadores del museo bajo el título de Amor diverso, así que esta vez me voy a centrar solamente en dos  cuadros que aluden a las nuevas identidades femeninas surgidas a partir del siglo XIX. Amazona de frente es una pintura de Édouard Manet que iba a formar parte de una serie inacabada sobre las estaciones. El lienzo de la colección representa el verano y en él Henriette Chabot posa con el traje de montar, un traje que le da cierto porte masculino. ¿Se trata de un uniforme o de un disfraz? ¿Existe alguna diferencia? ¿Realmente era necesario vestirse como un hombre para montar a caballo? Sobre este laberinto de espejos nos habla el “retrato” que Charles Demuth hizo de Gertrude Stein.

Ponemos lo de retrato entre comillas porque en realidad es una suerte de jeroglífico que incluye palabras (love, love, love), números (1,2, 3) y una máscara. No sabemos si el artista alguna vez le diría a la gran intelectual lo mismo que le había dicho Picasso después de que posara para él, “al final lograrás parecerte”. Esta anécdota la cuenta la escritora en su maravillosa Autobigrafía de Alice B. Toklas, un libro fundamental para comprender el París bohemio de principios del siglo XX que la autora le dedicó a su novia de toda la vida. También Demuth fue homosexual.

Nos queda una parada más en el Paseo del Arte. Equivocadamente podríamos pensar que el Museo del Prado, dada su antigüedad, es el menos afín al imaginario queer. Sin embargo sucede al revés: las salas del edificio de Villanueva, repletas de pinturas mitológicas, demuestran que el amor entre personas del mismo sexo y las identidades no binarias no son ni mucho menos algo nuevo.

En 2017, también con motivo de la celebración del World Pride en Madrid, Carlos G. Navarro trazó un itinerario por la exposición permanente que a muchos nos demostró la enorme riqueza del museo en cuando diversidad LGTBIQ+ se refiere.

Podríamos comenzar por El Cid, el retrato de un fiero león hecho por la artista abiertamente lesbiana Rosa Bonhuer en 1879. Se trata de una obra que junto a La siesta de Lawrence Alma Tadema donó al museo el marchante de arte Ernest Gambart, cónsul general de España en Niza, para acallar el escándalo que suscitó su homosexualidad.

A partir de aquí podemos viajar hacia el pasado en busca de algunos de los iconos gays más sobresalientes. En este sentido el barroco ofrece obras estaleres, de El rapto de Ganímedes de Rubens a la Mujer barbuda de Ribera, retratada con enorme dignidad, pasando por un San Sebastián de Guido Reni similar al que erotizaría al protagonista de Confesiones de una máscara, la novela autobiográfica de Yukio Mishima. De Caravaggio, el pintor maldito entre los malditos, acusado de asesinato y sodomía, el Museo del Prado tiene un precioso lienzo que muestra a David vencedor de Goliat. En el Siglo de Oro Velázquez Italia trajo un vaciado en bronce de la escultura helenística El hermafrodita durmiente, que se se exhibe delante de Las Meninas.

Las salas dedicadas a la escultura clásica nos ofrecen innumerables ejemplos, pero probablemente sea el Grupo de San Ildefonso el más destacado. La pareja de dos jóvenes –uno siguiendo el canon de Policleto y otro el de Praxíteles– que podrían representar a Orestes y Pílades no sólo es un resumen del arte griego antiguo también un canto a la belleza de los muchachos.

Actualmente no pueden verse en las salas todas las obras que hemos citado hasta aquí. Primero porque los museos están abriendo poco a poco y todavía hay salas que permanecen cerradas, y segundo porque algunas de estas piezas en los almacenes. No obstante siempre es una buena ocasión para reivindicar, aunque sea virtualmente un Paseo del arte LGTBIQ+.


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