En bici por la Casa de Campo
En la orilla oeste del Manzanares y a pocos metros de la Estación de Príncipe Pío se abre la Casa de Campo, un bosque de más de 1700 hectáreas de extensión que durante cuatro siglos fue coto de caza de los reyes de España.
Con la proclamación de la II República en 1931 se convirtió el parque más grande de Madrid y en uno de los más grandes del mundo. Su superficie duplica a la del Bois de Boulogne de París y es cinco veces mayor que la del Central Park de Nueva York. Se puede acceder rápidamente en transporte público (Metro de Lago y Casa de Campo; el Teleférico espera su reapertura) o a pie –desde Plaza de España se tarda apenas 20 minutos– aunque, dada su amplitud, la mejor forma de recorrerlo en su totalidad es en bici.
El Centro de Educación Ambiental de la Casa de Campo, ubicado junto al embarcadero del lago, tiene publicado un folleto (descargable en pdf) con tres rutas en bicicleta que ofrecen una visión panorámica de los paisajes y monumentos de este bosque histórico. Además, el carril del Anillo Verde Ciclista atraviesa de norte a sur el parque, desde la pasarela del Puente de los Franceses, hasta la puerta del Zarzón.
Si entramos por la Puerta del Rey, la más cercana al Manzanares, y dejamos a nuestra espalda Madrid Río y el Campo del Moro, nos encontramos con la fuente de los Vargas en el centro, a la derecha con el Palacete del mismo nombre y el Reservado –donde se alza un impresionante cedro del Himalaya de 150 años de edad– y a la izquierda con la Huerta de la Partida, que abastecía de frutas y hortalizas a la Casa Real.
Desde aquí avanzamos hasta llegar al acueducto construido para proveer de riego a estos jardines por Francisco Sabatini, el arquitecto de la Puerta de Alcalá, y por primera vez giramos hacia la derecha para tomar el Anillo Verde Ciclista. Pocos metros más adelante giramos a la izquierda para bordear el lago por el norte y comenzar la Ruta Uno sugerida por el Centro de Educación Ambiental.
El lago de la Casa de Campo resultó de la unión de dos estanques de los cinco cavados por los holandeses Pietre Jasen y Adrian van der Müller a mediados del siglo XVI, después de que Felipe II adquiriera estos terrenos a la familia Vargas. En los alrededores hay numerosas cafeterías y restaurantes con terraza, y también algunos árboles singulares, como un taray del humedal o el espectacular plátano gordo que crece a la orilla del agua. Las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde, cuando el sol empieza a caer, son las mejores para sentarse a contemplar la espectacular vista de las torres de Plaza de España, el Palacio Real y la Catedral de la Almudena.
Desde aquí podemos continuar la Ruta Uno por cualquiera de las dos alternativas que ofrece el Anillo Verde Ciclista: la que que va en paralelo al arroyo Meaques por la Ronda de Lago y la que va por el Paseo de María Teresa. Ambas discurren bajo la sombra de frondosas hileras de plátanos. Merece la pena explorar el espacio que queda entre medias de estos dos caminos. Aquí está la Fuente de los Neveros, levantada en 1933 por la II República y también una de las pocas olmedas que han sobrevivido a la grafiosis.
El lugar en el que vuelve a encontrarse las dos alternativas del Anillo Verde Ciclista está a muy poca distancia del Pinar de las Siete Hermanas, que cuenta con algunos ejemplares de más de 25 metros de alto. A los aficionados a la pintura este paisaje les recordará a las tres tablas de Boticelli que se conservan en el Museo del Prado y que narran la historia de «Nastagio degli Onesti» recogida en El Decameron de Bocaccio. Al artista le hubiera bastado fotografiar esta sala hipóstila formada por pinos piñoneros para componer el fondo de sus cuadros. Justo por detrás del pinar discurre la acequia en desuso de Isabel II, testigo mudo de la larga historia de este bosque.
Por el momento dejamos a la derecha los desvíos de las carreteras de la Ciudad Universitaria y Somosaguas que salen de la Glorieta del Trillo y seguimos el Anillo Verde Ciclista hasta el puente de hierro. Al cruzar el arroyo Meaques encontramos a la derecha una encina y un roble que forman parte del catálogo de árboles singulares de la Comunidad de Madrid. Podemos afirmar sin mentir que son los abuelos del bosque porque ambos tienen más de 250 años de edad.
Bordeamos por el sur el Zoo Aquarium de Madrid y nos desviamos para ver la ermita abandonada de San Pedro, construida en estilo escurialense en 1954. Luego retomamos el Anillo Verde Ciclista hacia la puerta del Zarzón, pero antes de llegar hasta el final, paramos en un claro que se abre junto al puente de la culebra, una delicada obra de ingeniería trazada por Sabatini que debe su nombre a la forma sinuosa del pretil. En los alrededores se encuentran las fresnedas más húmedas y tupidas de la Casa de Campo. Por desgracia el espectacular árbol del ahorcado, que según rezaba la tradición debía a su nombre a que en sus ramas se colgaba a los presos de guerra, murió hace algunos años, pero existen otros ejemplares de espectacular porte.
Hasta aquí hemos hecho aproximadamente la mitad de la Ruta Uno propuesta por el Centro de Educación Ambiental, un recorrido que ha ido en paralelo a la Senda botánica de la Casa de Campo. A continuación podemos abandonar ya el Anillo Verde Ciclista y seguir nuestro paseo hacia el norte pegados a la tapia de aparejo toledano que también fue construida por el mismo arquitecto del puente y que cuenta con varias rejas para que circule el agua y varios postigos para que lo hagan los paseantes.
A partir de ahora el camino se hace más abrupto, con subidas y bajadas fuertes y pistas de tierra. Es posible recorrer casi la mitad del perímetro de la Casa de Campo hasta el Cerro de las Covatillas, que coincide con la Ruta Dos propuesta por el Centro de Educación Ambiental.
Si preferimos un camino asfaltado podemos regresar sobre nuestros pedales por el Anillo Verde Ciclista hasta la Glorieta del Trillo. La reconoceremos por su enorme encina y porque de aquí sale el desvío a la Carretera de la Ciudad Universitaria. Luego tomamos la Ruta Tres propuesta por el Centro de Educación Ambiental, perfectamente señalizada a través de unos carteles de madera en los que se indica Ruta Central en rojo. A través del Pasaje de la Encina del Fraile subimos progresivamente un repecho hasta la zona recreativa de Cuatro Caminos, que es una de las más altas del parque.
Desde aquí tenemos varias opciones antes de concluir nuestro paseo. La primera es descender hacia el arroyo de Antequina, que es adonde nos hubiera llevado la Ruta Dos, para atravesarlo por el puente de los Chinches y luego girar hacia la derecha hasta llegar hasta la Casa de Vacas, la antigua granja en ruinas que proveía de quesos y mantequillas a palacio en tiempos de Fernando VII. La segunda es acercarnos al Cerro de Garabitas.
En sus alrededores todavía hay varios búnkeres de la Guerra Civil levantados por el bando nacional. En este otero, coronado hoy por una torre de avistamiento, se ubicaron las baterías artilleras con las que se bombardeó y asedió Madrid. La vista panorámica de toda la ciudad abarca desde las Cuatro Torres (ahora cinco), pasando por la Puerta de Europa hasta el Palacio Real y San Francisco el Grande.
La tercera opción es seguir por la Ruta Tres o Ruta Central, que traza un círculo en torno a la zona de regeneración forestal y a la reserva ornitológica para concluir en el Anillo Verde Ciclista que, después de dejar a la derecha la fuente del Pajarito, nos devolverá al lago y al principio del itinerario.
Varias empresas ofrecen en Madrid un servicio de alquiler de bicicletas por horas o por días, e incluso visitas guiadas sobre dos ruedas por la Casa de Campo y otros parques de la ciudad, como las que realizan bajo reserva Bravo Bike o Madrid Bike Tours, ambas disponibles en español e inglés y con distintos niveles de dificultad.
Antes de ponerse en marcha, resulta muy aconsejable trazar el recorrido con las recomendaciones de estos profesionales, que conocen a la perfección la normativa vial y los itinerarios más adecuados para cada uno. Debemos recordar en este post que está prohibido circular por los senderos, campo a través y a más de 20 km por hora, pero que no lo está ni por las carreteras ni por los caminos anchos de tierra.
Información sobre la normativa ciclista de la Casa de Campo (©Álvaro López del Cerro).
Aunque por el momento Bicimad, el sistema público de bicis eléctricas municipales, no dispone de ninguna estación dentro de la Casa de Campo –la más cercana se ubica delante de Príncipe Pío–, sí está permitida su circulación dentro del parque. Es importante tener en cuenta que a partir de la tercera hora la tarifa sube considerablemente y que para dar paseos más largos no es la opción ideal, sobre todo si queremos coronar esta ruta con una cerveza muy fría en las terrazas del lago o echarnos una merecida siesta bajo alguno de los árboles históricos.
Como muchos madrileños descubrí en profundidad la Casa de Campo hace pocos años, probablemente porque al prohibirse el tráfico de vehículos motorizados y soterrarse la M-30 se facilitó el acceso a los paseantes y ciclistas. A principios de la primavera se pone muy verde y a partir de junio se agosta poco a poco. Hay que volver en octubre y noviembre otra vez, cuando la zona del lago y del Meaques se tiñen de amarillo y los encinares de los cerros parecen recobrarse del largo letargo estival con las primeras lluvias del otoño. No obstante siempre es un pedazo de naturaleza a sólo 10 minutos en bici del centro de Madrid.
Pese a tener un apellido de origen holandés, Ignacio Vleming se considera tan madrileño como un chotis. Es periodista y poeta, y comparte en este blog rincones, curiosidades y anécdotas de la ciudad.
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